Desde hacía bastante tiempo me rondaba en la cabeza la idea de ir a pescar al río Limay, tenerlo tan cerca y no conocerlo, me parecía una picardía injustificada. Escuché infinidad de veces historias de “monstruos” pescados allí, así que se dió la oportunidad y no la desaproveché, serían 3 jornadas a la orilla del río, pescando todo el día.

Viaje planificado, lista de checklist para no olvidarnos nada (iría con mi compañero de pesca Hernán) y la “China” a tope para en tan sólo 2 horas de viaje, llegar al Limay medio. Disfruto mucho la previa y el viaje, para mí eso, ya es estar pescando!

El viaje fue tranquilo y relajado, a las 9:00hs del jueves ya estábamos en los dormis donde pasaríamos los próximos días y a tan sólo unos escasos 50 metros, el desafiante río Limay con sus aguas transparentes en su incesante viaje hacia el mar se mostraba relajado y sin actividad aparente…

Mi cara al ver el inmenso Limay

Rápidamente bajamos todos los bártulos y al cabo de media hora estábamos vestidos con nuestros trajes de astronautas listos para comenzar a pescar, mejor dicho, para intentar pescar!

Mi amigo no gusta de las aguas lentas y a mí no me atraen las aguas rápidas, así que dividirnos y organizarnos nos resulta bastante fácil, con solo mirar y observar un poco el agua, cada uno ya sabe donde va a intentar con sus anzuelos llenos de plumas, brillos y pelos. De entrada es un río que intimida, si bien el primer intento lo hicimos en una zona donde no difiere tanto a los ríos que acostumbramos pescar, ya se podía percibir que la cosa iba a ser bastante distinta. Palabras y frases como “líneas de hundimiento”, “shooting”, “fast 4, 5, 6…”, “amnesia”, “running”, “cañas de dos manos”, etc. se escuchaban en cada uno de los pescadores que cruzabamos, obviamente mis marutakes no tendrían oportunidad en esta ocasión. Esta vez, la vieja y hermosa G.Loomis #6 Black Custom de 3 tramos sería mi compañera de juego, el equipo lo formaría junto al no menos joven Pflueger Medalist 1594RC cargado con una línea Río transparente de hundimiento intermedio, que alternaba con una Río de flote y una sinking tip. Al final del tippet 0.25mm alterne unos pequeños streamers de pluma bataraz y otro de pelo de conejo, ambos atados en anzuelos #8 de pata corta.

Caminamos decenas de kilómetros sin siquiera ver un pez, y lo que es peor, tener un pique o indicio de algún bicho con ganas de colaborar. Llegó el mediodía y el hambre al mismo tiempo, así que nos juntamos bajo la sombra de un sauce (el sol pegaba fuerte) y mientras devoramos los sandwiches de salame y queso, intercambiamos opiniones de cómo podríamos encarar la segunda parte de la jornada. Hernán recordaba viejas experiencias de muy buenas pescas de truchas arcoiris con ninfas, así que por un rato dejó su caña de dos manos e intentó con su #6 sin ningún resultado, mientras yo hacía lo propio alternando líneas y moscas. Avanzada la tarde Hernán vuelve a su anterior equipo y por el radio me avisa de la captura de una linda arcoiris, por fin habíamos roto la mala racha. No se confundan, no me quejo para nada, estábamos pescando un día jueves en un lugar hermoso, más no se puede pedir… pero obviamente habíamos ido a pescar, así que buscábamos justamente eso, pescar algo! Como dice el dicho, más vale un mal día de pesca, que uno bueno de trabajo!

Al cabo de unos minutos colando agua, siempre con la esperanza de encontrar algún pez, busqué profundidad en una zona que invitaba a ser pescada y de repente en un lento estripeo, la mosca se frenó en seco. Ya había tenido varios enganches entre las piedras, pero cómo siempre, clavé por si acaso… Para mi sorpresa, siento el fuerte tirón y la posterior corrida, el Medalist se quejo y dejó salir toda la línea, cuando en el medio del río veo saltar una enorme trucha marrón, mis pulsaciones subieron estrepitosamente en un segundo, temiendo lo peor… para mis adentros dije se soltó! pero hermosa fue la sorpresa al sentir que todavía lo tenía enganchado de ese pequeño anzuelo. Imagino que todos estos bichos deben hacer más o menos lo mismo, lo traía cerca mío, viéndolo cabecear hacia el fondo y apenas me veía, volvía a salir como un tren bala hacia la profundidad del pozo. La suave y veterana Loomis me ayudó a poder traerlo hacia la orilla y presionarlo para que no se cansase demasiado, no quería agotarlo, así que lo forcé a todo o nada. No puedo calcular el tiempo, en ese instante todo es eterno, todo sucede rápido y lento a la vez, pero por fin lo tenía en la orilla, mi alegría fue inmediata cuando ví que no entraba en el copo, así que lo tomé por la cola, le quité el anzuelo y mientras lo dejaba recuperar saqué la cámara para poder filmarlo y liberarlo cuanto antes. El reflejo dorado que le propiciaba el sol del atardecer, lo hacía más hermoso aún, un enorme, colorido y enojado macho que cálculo al menos de 2 kilos estaba ahí frente a mí, me temblaban las manos. De repente salió como un misil hacia el medio del río, mojandome y tirando la cámara empapada y dejando mis lentes llenos de agua. Enorme alegría de pescarlo y liberarlo así de fuerte. Ya estaba hecho, en la orilla del Limay con el sol pegándome en la cara, sentado en el césped lleno de menta, era un sueño hecho realidad. Me costó un rato caer y recuperar el ritmo normal de pulsaciones. Por supuesto el grito por radio a mi amigo contando lo sucedido, nos llenó a ambos de alegría y entusiasmo. Había muy buenos peces allí, donde nada veíamos! Seguimos intentando pescar hasta bien entrada la tarde, sin ningún resultado, esa sería toda la pesca del primer día.

La dorada marrón a punto de ser liberada

Asado de por medio, no parábamos de hablar y especular con mil y una hipótesis sobre todo lo vivido, finalmente el agotamiento y el tinto, nos exigieron ir a dormir… “mañana será otro día!”

Nos levantamos temprano, desayunamos y salimos río abajo, en uno de los primeros cast, Hernán pesca una muy linda y bocona perca, eso me dió esperanzas, ya que son peces que me encantan. El día estaba hermoso, sin viento y soleado, con una temperatura muy agradable. Seguimos recorriendo varios kilómetros hasta el mediodía y haciendo miles de intentos de todo tipo, recorrimos lugares increíbles, pero una vez más, nada, y cuando digo nada, es nada!

A primera hora de la tarde estábamos almorzando y decidiendo cómo seguir, lo mismo nos comentaban los otros pescadores, el río estaba raro, y prácticamente sin actividad. Acordamos cruzar a la otra orilla, ya que el viento comenzaba a pegar duro y se complicaba mucho el casteo desde nuestra posición. Pasamos toda la tarde intentando en vano, dar con algún pez. Fue imposible. Con el mismo resultado volvimos todos los pescadores. El Limay nos estaba dando una lección de humildad.

Miles de cast, cambios de moscas, líneas, estrategias, y todas nos llevaron al mismo resultado, ni siquiera obtener un pique. Volvimos agotados después de escuchar la alarma de la represa, anticipando que iban a largar agua, lo cual según algunos, podría ser beneficioso porqué movería los peces… El cansancio era tal, que ni siquiera dió para cocinar la cena, de hecho no cené, me acosté y prácticamente dormido trataba de seguir la conversación, mientras Hernán picaba algo. Para el último día, la idea sería levantarse bien temprano antes del amanecer y estar a primera hora dentro del río, horario en que según todos, los grandes peces están comiendo.

El despertador sonó a las 6:00hs y con un café de por medio, salimos río arriba, una vez más dividiendonos las aguas. Contemplaba a los demás pescadores mientras por mis adentro pensaba, que era lo que los impulsaba a estar ahí en el frío, con viento, casi a oscuras… mi conclusión: “Para ellos era mucho más importante el QUÉ. que él COMO!”, todos motivados por el sueño de pinchar una gran trucha marrón, parados horas en el mismo sitio, haciendo tiros largos, uno tras otro, esperanzados en aquella trucha trofeo, sinceramente no me sentía identificado, así que me moví por una laguna que se forma por el desborde del río, tratando de pinchar alguna perca o truchita más chica. Todo fue en vano, no había peces con ganas de colaborar ese día, nadie pesco!

A las 10:00hs ya estábamos en los dormis desayunando y acto seguido cargamos todo en la camioneta y salimos con la intención de pescar río abajo, sería nuestro último intento en esa zona. Como pueden imaginar, una vez más, todo lo que hicimos no alcanzó, era hora de irnos, allí no pescariamos nada, estaba más que claro.

En la noche anterior, nos habían pasado el dato de otra zona, así que esa era nuestra última esperanza, salimos río arriba unos 40 kilómetros y si bien nos costó dar con el lugar, finalmente llegamos. Ahí el río, parece casi un lago, aguas que como mencioné antes, a mi me encantan, pero a mi amigo no tanto…

Aguas lentas

Decidí intentar pescar sin cambiarme, sólo probaría suerte desde la orilla, y luego me pondría a cocinar, para poder comer temprano y emprender el regreso. Realmente habían sido jornadas de dormir muy poco, caminar muchísimo y castear contra fuertes vientos todo el día, estabamos cansados de verdad.

Colgué un streamer muy chiquito atado en anzuelo #10 de pelo de conejo negro al final de un tippet 2X, y en uno de los primeros tiros a unos escasos 5 metros de la orilla, pincho una hermosa perca bocona. Sólo habían pasado 5 minutos y ya tenía la primer captura. Lo mismo nos había pasado el dia anterior y no resultó ser una buena señal, asi que traté de no entusiasmarme demasiado. La belleza del lugar era increíble, islotes, montañas, aguas claras, playas de césped, árboles en el medio del agua y en las orillas, tranquilidad y soledad, una verdadera joya patagónica en el medio de una árida estepa.

Simpática perca

Seguí caminando unos metros y veo un terreno inundado de apenas unos 20 centímetros de profundidad (estábamos muy cerca de la represa) e instintivamente decidí pasar mi mosca por allí, en el segundo estripeo, la mosca se clava y un enorme macho de trucha marrón, de mandíbulas prominentes y muy colorido, salta fuera del agua y comienza las clásicas corridas tratando de volver al pozón, lo aguante! Al cabo de unos pocos minutos, lo tenía tomado de la cola, lo quería meter en el copo y no entraba, finalmente cuando lo logré y me dispongo a sacar la cámara, veo como sale disparado a través de un enorme agujero que le hizo a la pobre red, por suerte el anzuelo no se había soltado así que lo volví a acercar, lo tomé de la cola para ponerlo en el agua y darle tiempo de recuperación, no le costó. No lo podía creer, en menos de 10 minutos ya tenía dos muy buenos pescados, por supuesto mis gritos en el radio, anoticiaban a Hernán de lo sucedido. Mientras dejo ir al enojado macho, Hernán me grita por el radio que tiene un buen pescado enganchado en su mosca, resultó ser una enorme arcoiris que pudo capturar y liberar sin problemas. Ya estábamos hechos.

La marrón a punto de irse
Yéndose…
Así terminó el pobre copo

Mientras comienzo a volver a la camioneta para cocinar, veo un movimiento detrás de un sauce a unos escasos metros de la orilla, y si bien ya no pensaba pescar más, no me pude aguantar y le presenté mi mosca. Apenas cayó al agua, otra hermosa arcoiris era engañada por mi peluda mosca y después de una durísima pelea, finalmente llegó al averiado copo. Otro macho que luego de recuperado, volvió a la seguridad de su árbol. No hacía ni una hora que estabamos allí y la pesca fue increíble. Me sentí realizado, así que finalmente decidí no pescar más, prendí fuego y cociné unos bifes de chorizo con papas a la crema en la plancheta que una vez más devoramos con Hernán mientras emocionados, detallabamos los piques y luchas de estos hermosos y peleadores pescados.

Potente y robusto machito de trucha arcoiris

Hicimos una corta sobremesa y luego de guardar todo y quedarnos un rato a fotografiar y contemplar ese hermoso paraíso, comenzamos el regreso, satisfechos de haber podido compartir y disfrutar de una hermosa salida de pesca!

El río Limay resultó un desafío enorme, fueron jornadas muy duras y extensas sin siquiera tener un pique o simple indicio de actividad, pero finalmente recompensó todo el esfuerzo y nos regaló unas de las más grandes y luchonas truchas que hemos pescado. Seguramente es ésto lo que impulsa a miles de pescadores, a pasarse horas haciendo lo mismo todo el día, con tan sólo la ilusión de dar con alguna trucha “trofeo” escondida en lo profundo de sus aguas cristalinas. Un río más, un agua más, unos pescados más, una experiencia más…

Ahora se que hay peces trofeos esperando allí en algún oscuro rincón de esa inmensa masa de agua.

Un oasis en el medio de la estepa patagónica